domingo, 21 de diciembre de 2014

El 21 de diciembre se recuerda el Día del Minero boliviano

El 21 de diciembre se recuerda el Día del Minero boliviano, fecha que evoca muchos recuerdos. Muchas personas no vivieron en las minas propiamente, pero viniendo de un departamento donde la principal actividad económica es la minería, es inevitable que, tanto la gente de la ciudad como del área rural, tengan algún vínculo con este rubro.

En lo personal aún tengo recuerdos con olor a copajira, pues en la escuela, que nos quedaba cerca de los desmontes de San Miguel, cada que llovía especialmente, se sentía el característico olor que también se percibe en las minas, campamentos mineros, inclusive en el Santuario de Nuestra Señora del Socavón.

Una de esas remembranzas era que recolectábamos unas piedras brillantes, que creíamos que era oro, pensando que quizás con eso ayudaríamos económicamente a nuestras familias, luego supimos que a ese material se le llama el "oro de los tontos", porque brilla mucho pero no tienen ningún valor, pues se trata de la pirita, que en los desmontes de San Miguel abunda.

Al visitar Comibol, a tiempo de realizar cobertura periodística, recordé las largas filas que se formaban para acceder a la pulpería, de donde se recogía la asignación, que tenían las familias mineras, de artículos de primera necesidad y otros, que según cuentan eran de la mejor calidad.

Mi madre, Miriam Iporre, que en su niñez y adolescencia pasaba las vacaciones en Huanuni, ya que mi abuelo Napoleón Iporre era químico y trabajaba en ese campamento y vivía en las viviendas asignadas a los ingenieros, contaba historias acerca de ese centro minero.

La que más recuerdo es cuando hubo un enfrentamiento, escapan a la memoria la razón y entre quiénes exactamente se enfrascaron en una encarnizada lucha, pero lo que sí puedo ver como una película en mi mente es cuando mi abuela Nimia Rivero de Iporre para proteger a sus cinco hijos hizo quitar los colchones de las camas y protegieron con ellos las ventanas de la casa, todos debían agacharse por si entraba una bala perdida y lo hacían, sólo que los proyectiles que alcanzaban la casa se incrustaban en los colchones y no llegaban a herir a los ocupantes del domicilio.

La balacera se prolongó por varias horas, hubo varios muertos y muchos heridos, la lucha principal se situó entre la iglesia y el tanque de agua que proveía del líquido elemental al campamento minero. Dentro de la casa no era la única preocupación en resguardar la vida de sus ocupantes, sino que también estaba latente la angustia porque el abuelo Napoleón se había quedado en el laboratorio de la Empresa Minera Huanuni y no se tenía noticias de él, fueron momentos de incertidumbre hasta que apareció en la casa sano y salvo.

Una vez visitamos Huanuni de niños, cuando el Country Club de esa localidad minera aún estaba en pie, años más tarde, volvimos para ver que esa infraestructura quedó en ruinas. El viaje en esas épocas era largo, tedioso y muy movido porque no existía la carretera asfaltada que hoy por hoy llega hasta el centro

minero.

Otro de los recuerdos que tengo es a los mineros acampando en el jardín de la casa de los abuelos paternos, es decir, Enrique Miralles y Elena Bová de Miralles, se trataba de una protesta, pero nunca supe qué buscaban en su casa en la ciudad de Oruro.

El abuelo Enrique heredó de su padre la mina Omoxa, la cual trabajó con ahínco por un tiempo, él también estudió química y le gustaba esa profesión, pero le llamaba más la atención el periodismo, así es que vendió la mina para comprar LA PATRIA en el año 1946, haciéndose cargo hasta muy entrado en años. Él contaba que cuando vivía en la mina le hicieron una brujería, le dejaron una calavera con una vela negra y monedas, él no sabía si se trataba de algo bueno o malo, pero no creía en esas cosas, así que apagó la vela, le puso a la calavera unas papas en los orificios oculares y se llevó las monedas, nada extraño ocurrió después, siempre repetía el dicho: "O estás bien con Dios o con el diablo", y agregaba, "prefiero estar con Dios".

Uno de los recuerdos más tristes que viene a mi memoria es la Marcha por la Vida, en la que participaron miles de mineros, apoyados por otros gremios, clamando por una vida mejor y porque no se capitalicen las minas que dejarían a muchas personas sin trabajo y a familias enteras afectadas negativamente, pues no pudieron conseguir su objetivo y muy cerca de la sede del gobierno central, fueron interceptados y devueltos a Oruro, en buses y vagones del ferrocarril, aunque fueron recibidos por sus familiares como héroes, en lo personal sentí ganas de llorar, porque no habían conseguido su objetivo y se veía la desilusión en sus ojos, además era como un presagio de que Bolivia no volvería a ser la misma y no lo fue, mucha gente se quedó cesante y en su desesperación buscó alternativas como dedicarse al comercio informal o migrar hacia el Chapare u otras zonas para cultivar hojas de coca, las que se usaban ya no para los rituales andinos, sino para el narcotráfico y algunos más se dedicaron al transporte público.

El último contacto directo que tuve con este sector fue cuando realizaba la cobertura en minería y me enviaron a cubrir todo lo relacionado a las protestas en las que se pedía la nacionalización de la Minera Huanuni y la Metalúrgica Vinto, yo estaba esperando a mi tercera hija y me disponía a retirarme del mitin porque me puse sensible ante las detonaciones de cachorros de dinamita, pero cambié de idea cuando la onda expansiva de uno de ellos me despeinó.

Los mineros en la actualidad, pocas veces mostraron su espíritu aguerrido de antaño, pero cuando lo hicieron pudimos ver, con pena, que se enfrentaron a muerte entre hermanos, literalmente, observando inclusive a los de su propia sangre fallecer o quedar heridos en bandos diferentes, en lugar de unirse y salir adelante haciéndole frente a la pobreza.

Cierro el presente artículo con la esperanza que así sea, que los próximos recuerdos con olor a copajira sean de unión, esperanza y fe, que la lucha no sea entre hermanos, sino contra los flagelos de la sociedad como son la pobreza, el odio y el rencor, para que el Día del Minero no sea una triste conmemoración, sino que se convierta en un verdadero festejo de triunfo contra lo negativo que daña a nuestra comunidad.

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