lunes, 5 de enero de 2015

Varios factores hacen que la industrialización minera en Bolivia registre constantes bajas

El grado de industrialización minera de Bolivia en 2012 bajó a 3,46 por ciento cuando en 2008 alcanzó a 8,18 por ciento; sin embargo, esa industrialización es básica pues alcanza sólo a la metalurgia, es decir, a la transformación de los minerales en metales, según datos del Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (Cedla).

Falta de infraestructura industrial, de planificación a largo plazo, de inversión en exploración, de competitividad, una ley sin mandatos expresos y nulo acercamiento al sector privado, son algunas de las causas identificadas por dos analistas y un empresario, para la escasa industrialización minera en el país.

El exministro de Minería, Dionisio Garzón, señaló que si bien la exportación de concentrados genera divisas para el país y aumenta las reservas internacionales, la minería boliviana ha sufrido un retroceso a los años 70, cuando era un mero exportador de materia prima.

Más radical aún, el analista Rolando Jordán considera que la industrialización minera en Bolivia es un mito y coincidió con Garzón en que el rol del país sólo es de exportador.

“La realidad es que no hemos industrializado nuestros minerales aún. El problema es delimitar acciones. La minería termina en metalurgia, en Bolivia hay metálico de oro, plata, antimonio, bismuto, estaño y cobre. También hacemos dióxido de antimonio, pero todo son materias primas para industrializarse”, explicó Garzón.

Los datos del Cedla señalan que el 90,6 por ciento de la producción minera en el país es demandada por los rubros de metales comunes, cementeras, joyería y construcción, lo que significa que la industrialización del sector no está ligada a la producción de maquinaria, equipos o producción manufacturera.

Lo único que el país produce es peltre, utilizado para adornos o souvenirs. En caso de que se pudiera fabricar calaminas o acero recubierto no hay infraestructura que supone tener, por ejemplo, servicios paralelos, energía, mano de obra calificada y suministros. Esa carencia se debe a que “siempre pensamos a corto plazo” y a que “no hay planificación para el sector”, dijo Garzón.

La falta de competitividad es otro factor en contra, sobre todo porque los costos de transporte para llegar a mercados externos son muy altos y el mercado interno está saturado con productos importados.

Tanto Jordán como el presidente de la Cámara Departamental de Minería, Javier Bellott, coinciden en que la nueva Ley Minera no supone ningún impulso a la industrialización.

“La Ley Minera es un salto al vacío. El Estado no tiene capacidad para firmar contratos que sustituyan a las exportaciones”, afirmó Jordán y explicó que “la base para una negociación conveniente” es saber el potencial minero; pero no se invirtió en exploración, por tanto el Estado no tiene información sobre sus reservas que le permita negociar. Además, dijo, la actividad minera tiene tecnología obsoleta y no genera actividades adicionales.

Para Bellott, la nueva ley sólo es enunciativa pues carece de mecanismos reales que estimulen las iniciativas privadas para hacer minería con valor agregado. “Faltan mandatos expresos para cada uno de los actores. Se debería reglamentar y generar mecanismos más adecuados”, apuntó.

Por otra parte, también ve falta de decisión política, ya que el actual ministro de Minería, César Navarro, “está más abocado a atender y entender la problemática del sector minero occidental, sobre todo de los cooperativistas” y tampoco muestra intención de interactuar con el sector privado.

OPCIONES DE INDUSTRIALIZACIÓN

Las piedras semipreciosas son una buena opción de industrialización para Bolivia, según el exministro de Minería, Dionisio Garzón.

Explicó que es un rubro en el que el país puede ser competitivo y puso como ejemplo la bolivianita, que trabajada con oro puede tener mercado y venderse a buen precio, pues es un producto que no se ofrece en el mercado internacional.

El bismuto es otra opción, ya que el país tiene grandes yacimientos y tiene uso industrial, inclusive en medicina, algo similar sucede con el antimonio.

Sin embargo, insistió en que todo proyecto de industrialización deber partir de una rigurosa planificación, que prevea escenarios mínimamente con un horizonte de 10 años.

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