domingo, 16 de abril de 2017

Espacio de opinión: Exploración

El tema de esta columna es recurrente, sobre todo después de cada reunión anual de la Prospectors & Developers Association of Canada (PDAC), la vitrina mayor para promocionar nuevos proyectos mineros de países y de empresas del rubro y captar inversiones de riesgo para las tareas de exploración y desarrollo. A este evento el país envió en diferentes oportunidades delegaciones oficiales del sector estatal y privado con resultados diversos desde tímidas incursiones hasta agresivas presentaciones de proyectos mineros muy interesantes que lograron posteriormente su desarrollo. Los resultados de la última reunión muestran como protagonistas estrella a China, Canadá y a Ecuador como los más atractivos para la inversión; un movimiento ascendente de Estados Unidos y China como destinos y fuentes de inversión y una predicción al 2025 de una recuperación del monto global para exploración y desarrollo a un nivel de $us 18.000 MM/año. Estos gastos en la última década habían tenido un máximo de $us 20.530MM en 2012 y un mínimo de $us 10.700 MM en 2015 (SNLMetals & Mining). El costo promedio para generar un proyecto de exploración según los expertos asistentes se triplicó en la década a cerca de $us 238 MM y la frecuencia de descubrimientos de 2 a 3 por año desde 1950, bajó a 12 descubrimientos en la década (Min Ex Consulting Pty., S & P Global Market, etc.).

Nuestro país no tiene hoy parte en esta danza de millones como receptor de inversiones ni como actor principal del PDACy, a través de la historia reciente y con muy pocas excepciones (v. g. en la década de los años 90), la exploración minera ha sido la fea de la fiesta por los riesgos inherentes a esta actividad. Se dice que de cada cien proyectos de exploración minera se encuentran uno o dos que se pueden calificar de exitosos. De estos en el caso del oro que es el metal más buscado, de cada diez depósitos definidos con un potencial de un millón de onzas (MM oz) y una ley de 1gr/ton (1 gramo de oro por tonelada), parámetros mínimos para pensar en seguir un proyecto, la tierra formó un depósito de un millón de onzas con una ley de 2,5 gr/ton, que podría generar una mina rentable para los cánones actuales. Entonces no solo es encontrar depósitos minerales sino hallar aquellos que puedan ser explotados económicamente. Por eso la parafernalia de cifras que bailan al compás de países que compiten por ofrecer al margen de un gran potencial, las mejores alternativas de tributación y seguridad jurídica para inversionistas nativos o de ultramar que buscan costos competitivos de operación y mayor rentabilidad de la inversión. No entender esta mecánica lleva al facilismo de suponer que los inversionistas pueden soportar el duro trato que algunos países como el nuestro dan a la inversión en aras de una mayor apropiación del excedente para el Estado (Goverment take). Los resultados están a la vista, la inversión privada no fluye en el país, la sequía de proyectos significativos es alarmante, dependemos de la inversión estatal y pública y así nos está yendo.

No se conocen los resultados que el país logró en el PDAC ni lo que generó la presentación de proyectos estatales y/o privados muy iníciales en su desarrollo como Santa Isabel, Tutu, Negrillos, Pacocahua, Porvenir, Mallku Khota o Kellguani que se conocen por informaciones de prensa, de nuestros "elefantes blancos" como Mutún o Karachipampa y lo que generó nuestro proyecto estrella: el litio y el potasio del Salar. Lo importante será que la experiencia valga para generar el golpe de timón que necesita el sector minero nacional, exigido por años desde esta columna y también desde otras tribunas de opinión.

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